En la calle me gritan "Asecina de Niños"
Una mirada a su Pronta Liberación
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Lori Berenson con su Pequeño Hijo |
El miércoles 18, al mediodía, se encontraba al interior de la embajada de EE.UU. en Lima cuando se le informó que él preside el doctor David Loli, acababa de ordenar su reclusión por considerar que la Policía no verificó oportunamente el lugar de su domicilio, en el departamento 503 de la calle Grau 598, en Miraflores.
La norteamericana de 40 años se entregó a la justicia peruana en la misma sede diplomática. Esa tarde sorteó al enjambre de periodistas e ingresó a la carceleta de Palacio de Justicia llevando en brazos a Salvador, su único hijo de año y medio.
Berenson ya cumplió con las tres cuartas partes de su sentencia, pues accedió legítimamente a los beneficios penitenciarios del Decreto Legislativo 927. Este permite a los condenados por terrorismo acogerse a la rendición de pena por trabajo y educación.
La jueza Jessica León, quien le otorgó libertad condicional hace dos meses, espera el certificado domiciliario de la Dirección Contra el Terrorismo (Dircote) que confirme su domicilio. León debe pronunciarse este viernes 27.
El mismo miércoles 18, horas antes de retornar a prisión, recibió a CARETAS en su departamento y concedió una extensa entrevista.
–¿Qué piensa de la revocatoria de su libertad?
–Es una injusticia tremenda. Nada más tengo que decir sobre eso.
–¿Y por qué debería estar libre?
–Estoy trabajando y viviendo en sociedad, como cualquier otra persona. Para eso existe una política penitenciaria de resocialización. Si la persona que está presa nunca puede volver a la sociedad, entonces deben cambiar la Constitución. Yo no le estoy causando problemas a nadie. Al contrario, estoy reconstruyendo mi vida. Como dije en la audiencia (judicial), estoy en deuda incalculable con mis padres que me han acompañado en mi caso con un amor y una paciencia que yo no he tenido. Quisiera retribuirles algo a ellos. Si bien no económicamente, pues al menos estando a su lado. Además, es mi deseo estar con mi bebé.
–¿Es consciente de que cuando crezca le puede reprochar su pasado?
–Lo he visto mucho en otras prisioneras cuyos hijos no saben por qué están en prisión y en otros casos no saben que están ahí. Mi hijo ha estado con acompañamiento policial desde que fue concebido y yo no le voy a ocultar nada. Si me repudia es su derecho. Una de las cosas que sí me dolería es que me repudie por no haber estado con él.
–Si no fue una vinculación orgánica, ¿cómo fue su participación real?
–Participé alquilando una casa. Nunca he hecho reglajes al Congreso ni a políticos. Seguí los debates parlamentarios porque me interesaban, que es distinto. No he tenido una función directiva, jamás. Es cierto que conocí a esas personas con otros nombres, pero no es cierto que yo haya estado metida en un plan para tomar el Congreso.
–Si su vinculación era secundaria, ¿por qué su liberación era uno de los pedidos de los miembros del MRTA que tomaron la casa del Embajador de Japón en 1997?
–No supe de eso hasta mucho tiempo después. No me queda claro si fue cierto o quién hizo la lista de exigencias. Ahora es difícil saberlo porque una de las partes no está para preguntar. Hubo utilización política de ese tema. Incluso no sé si sabe pero la razón de mi nuevo juicio civil fue porque uno de los rehenes dijo que uno de los miembros del MRTA le confirmó que yo no era militante. Por eso mi caso pasó del Fuero Militar al Civil.
–¿Se ha acostumbrado a que le digan terrorista?
–Sí. Al inicio me fue muy chocante tener que asumir que me llamaran así. No sé en qué año comencé a acostumbrarme y ya no me importó.
–¿Cómo fue para usted salir de prisión, tras 15 años, y estar nuevamente libre?
–Me sentí aturdida. Hubiera sido más fácil si hubiera podido andar como cualquier persona, que es lo que pasa con la mayoría de los que salen. La diferencia es que la gente ya tiene una imagen de mí. Además que no conozco las calles y no sé por dónde caminar, la gente me reconoce y me imputan y me gritan: bombas, Tarata. Me siento incómoda y mi presencia incomoda. Me ha costado continuar con mi vida. Pero también hay personas de buena voluntad que se me han acercado diciendo que merezco una segunda oportunidad. Y sí la merezco. (Patricia Caycho)
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